
El cantautor y su computadora, el pastor y su afeitadora, el despertador que ya está anunciando la aurora, y en el telescopio se demora la última estrella. La máquina la hace el hombre, y es lo que el hombre hace con ella. El arado, la rueda, el molino, la mesa en que apoyo el vaso de vino, las curvas de la motaña rusa, la semicorchea y hasta la semifusa. El té, los odenadores y los espejos, los lentes para ver de cerca y de lejos, la cucha del perro, la mantequilla, la yerba, el mate y la bombilla.
Estás conmigo, estamos cantando a la sombra de nuestra parra una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra. Y sin tenerte, te tengo a vos y tengo a mi guitarra. Hay tantas cosas, yo sólo preciso dos: mi guitarra y vos.
Hay cines, hay trenes, hay cacerolas. Hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola. Hay más: hay créditos, tráfico, cláusulas, salas vip. Hay cápsulas hipnóticas y tomografías computarizadas, hay condiciones para la constitución de una sociedad limitada, hay biberones y hay obúses, hay tabúes, hay besos, hay hambre y hay sobrepeso. Hay curas de sueño y tisanas, hay drogas de diseño y perros adictos a las drogas en las aduanas.
Hay-manos-capaces-de-fabricar-herramientas-con-las-que-se-hacen-máquinas-para-hacer-ordenadores-que-a-su-vez-diseñan-máquinas-que-hacen-herramientas-para-que-las-use-la-mano.
Hay escritas infinitas palabras: zen, gol, bang, rap, Dios, fin.
Hay tantas cosas, yo sólo preciso dos: mi guitarra y vos.
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